«La tecnología ha ayudado a que la violencia machista se perpetúe en determinadas cuestiones. No a que aumente, pero sí a que se perpetúe». Esta es una de las frases que la criminóloga Patricia Martín nos dice en el capítulo 15 de El Enemigo Anónimo.
La frase quizá te pueda parecer exagerada, pero, como vamos a ir viendo a lo largo de este reportaje, dice la verdad. En ciertas ocasiones, la tecnología diseñada para proteger a víctimas de violencia machista no solo no es todo lo efectiva que debería, sino que incluso puede tener precisamente el efecto contrario y provocarle a la víctima más problemas que soluciones.
Pulsera antimaltrato: fallida, manipulada y sin nadie que la desarrolle
A finales de 2018, un total de 1.037 hombres condenados por un delito de violencia de género llevaban encima una pulsera electrónica que geolocaliza su posición y, gracias a ello, los mantiene alejados de sus víctimas y activa una alarma en caso de que se produzca un acercamiento. Además, la víctima lleva también consigo un dispositivo GPS que cuenta con un ‘botón del pánico’ que puede pulsar en caso de que detecte un peligro. En total hay tres elementos en esta ecuación: la pulsera del agresor, el GPS de la víctima y la vigilancia que lleva a cabo el Centro de Control de Medidas Telemáticas de Alejamiento (Cometa).
Actualmente, esta es la tecnología más puntera y avanzada con la que cuenta el Gobierno español para combatir el maltrato y posmaltrato, pero hay un problema. En realidad, de hecho, hay varios. Concretamente tres:
1.- La pulsera falla demasiado
«La tecnología de la pulsera está obsoleta y falla mucho», nos contaba en 2018 en El Confidencial una trabajadora de Cometa, que se quejaba de que, en estas circunstancias, la señal de dicha pulsera «se pierde y falla muchísimo. La mayoría de las veces pueden ser errores puntuales o que se solucionen rápido, si se ha acabado la batería o si el agresor está en un sitio con poca señal, pero de todos modos tenemos que actuar enseguida».
Si la pulsera falla, la Policía debe llamar a la víctima para informarle del error, lo que aumenta su sensación de miedo
Y el problema no es solo que la pulsera falle, sino que, cuando falla, la Policía Nacional debe llamar a la víctima para comunicarle que ese momento no pueden localizar a su agresor. Las consecuencias para la víctima son evidentes: este aviso genera una sensación de miedo e intranquilidad incluso aunque sea una falsa alarma y su agresor no esté haciendo absolutamente nada ilegal.
2.- Los maltratadores la manipulan
Pero hay ocasiones en que si la pulsera falla no es por casualidad, precisamente. María E. contaba en 2017 en El Español que su maltratador le hacía ‘luz de gas’ manipulando adrede la pulsera y haciendo que fallara constantemente. De este modo conseguía que la Policía llamase a su expareja y que esta sintiese miedo. En definitiva, una forma de maltrato no físico, pero sí psicológico.
«Basta con modificarla ligeramente para que la alarma avise a la víctima de que no pueden localizar al maltratador»
Txarlie Axebra
¿Es tan difícil hacer que la pulsera falle a propósito? «Basta con modificarla ligeramente para que genere la alarma que avisa a la víctima de que no pueden localizar a ese maltratador, lo cual les permite hacer un posmaltrato y seguir estando presente en su vida a pesar de la resolución judicial», nos cuenta Txarlie Axebra.
3.- El presupuesto es escaso y nadie quiere asumirlo
El 7 de octubre de 2017 se produjo una situación tan incomprensible como indignante. El Gobierno convocó el concurso público para que diversas empresas compitiesen por el contrato para gestionar el desarrollo de las pulseras y el centro de control. Hasta entonces dicho contrato había sido adjudicado a Telefónica y Securitas Direct, pero ninguna de las dos se presentaron. De hecho, no hubo ni una sola empresa en toda España que quisiera competir por un servicio tan delicado como el de las pulseras antimaltrato. El concurso público se había quedado desierto.
Ante las condiciones económicas, ninguna empresa quiso competir por el contrato público de las pulseras
¿El motivo? Ninguna empresa consideró suficiente el presupuesto, que se elevaba hasta los 12,4 millones de euros en tres años. Esta cifra suponía un aumento del 30% respecto al anterior contrato, pero con un importante añadido: la empresa adjudicataria debería renovar las más de 1.000 pulseras y mejorar su tecnología. Ante las críticas, el Gobierno mejoró las condiciones del contrato y finalmente se lo adjudicó a Telefónica (la única empresa que se acabó presentando).
La tecnología que espía y controla a las víctimas
Más allá de la pulsera antimaltratadores, lo cierto es que la tecnología nos ofrece posibilidades tan buenas como malas. Y en el caso del control a una persona en general o a la pareja en particular, por desgracia hay opciones de sobra.
Algunas veces hemos contado situaciones como que una persona contacte con su compañía de teléfono para saber si su novia ha llamado al 016, pero no hay que irse tan lejos para ver casos similares de control: «Hay tecnología que permite monitorizar teléfonos, acceder a sus datos de llamadas o SMS, etc.», nos cuenta Txarlie Axebra.
«Si la víctima borra la app de seguimiento, al agresor le llegará un aviso, con lo que puede acabar en una situación de violencia física»
Daniel Creus, Kaspersky
Además, «a veces este código malicioso puede implicar violencia física», añade Daniel Creus, de Kaspersky, que nos pone un caso concreto: «Imagínate que una persona detecta que tiene un stalkerware en su dispositivo y decide desinstalarlo. A su maltratador le puede llegar una notificación de que ese programa ha sido desinstalado, y eso puede provocar algún episodio de violencia física o que, de alguna manera, transcienda el mundo digital».
El uso de este tipo de aplicaciones es claramente ilegal y puede llevar consigo penas de hasta cuatro años de prisión, pero eso no impide, por raro que parezca, que sea fácil encontrarlas e instalarlas en el móvil de la persona a la que se quiere espiar.
La tecnología que ayuda (de verdad) a las víctimas de maltrato
Vista la tecnología que ayuda a los maltratadores, ¿hay herramientas que puedan servir de ayuda a sus víctimas? Lo cierto es que sí.
Una de estas opciones la encontramos muy cerca, en la Universidad Carlos III de Madrid. Se trata de Bindi, un wearable en forma de pulsera o colgante (para que el agresor no lo detecte) que ayuda a evitar casos de agresiones físicas a mujeres víctimas de todo tipo de violencia. ¿Como lo hace? El dispositivo se conecta por bluetooth al móvil, donde la usuaria ha configurado una lista de contactos que, en caso de producirse una emergencia, recibirán un mensaje de alerta.
Bindi, oculto en una pulsera o colgante, incluye un botón del pánico que, al ser pulsado, emite un aviso de alerta para los contactos de la víctima y los servicios de emergencia
De este modo, si la usuaria se encuentra en una situación de peligro, bastará con que presione el botón de Bindi para que su móvil avise a sus contactos, proporcionándoles, además, la geolocalización de la víctima para que puedan pedir ayuda o acudir a socorrerla. Además, Bindi cifra todos los datos registrados para que puedan ser usados como prueba en un posible juicio.
Pero esta iniciativa va incluso más allá. El equipo que desarrolla Bindi, enmarcado dentro del proyecto UC3M4Safety, también pretende guardar las variables fisiológicas de las víctimas de violencia machista para que el dispositivo pueda activar una alerta de manera autónoma –sin tener que pulsar el ‘botón del pánico’– si detecta un comportamiento anómalo por parte de la víctima.
Bindi no es la única iniciativa de este tipo. También conviene resaltar proyectos como Stop Stalkerware, del que forman parte grandes empresas y que también lucha por evitar todo tipo de abusos, acosos o agresiones.
Por ejemplo, «si detectamos que la usuaria tiene instalado un software espía», nos cuenta Daniel Creus, «le damos los consejos oportunos. Y no siempre serán necesariamente que borre esa aplicación, ya que su acosador puede enterarse. Le daremos la información necesaria para que pueda llevar ese móvil a ser investigado, para que lo use como prueba judicial, etc. Buscamos que la víctima sea consciente de todo lo que puede pasar y qué medidas puede tomar al respecto».
Se trata, en definitiva, de intentar llevar la balanza hacia el lado de la víctima. Porque si hay tecnologías que pueden ayudar a los agresores y otras como las pulseras antimaltratadores pueden ser manipuladas, la misión de todos es intentar que la tecnología, en estos casos, sea una aliada de las víctimas en su lucha por deja de serlo.