Mayo de 2019. Verónica, una madrileña de 32 años que trabaja en la planta de Iveco en San Fernando, descubre un día que toda su empresa está hablando de ella. La razón: se ha difundido un vídeo sexual que ella misma se grabó cinco años antes. Durante aquellas semanas, su vídeo vuela y llega a todos sus compañeros, tanto cercanos como lejanos. El 25 de mayo, Verónica no puede más con la presión y el acoso que está recibiendo y se suicida. Su expareja se entró a la Policía y quedó sin cargos. Comisiones Obreras denunció a Iveco, acusándola de no aplicar un protocolo de acoso sexual, pero la Inspección de Trabajo cerró el caso definitivamente este verano, asegurando que la difusión de su vídeo «no influyó» en el suicidio.
El caso de Verónica puede parecer anecdótico o excepcional, pero quizá no lo sea tanto. Basta con echar un ojo a la hemeroteca para ver casos en que un vídeo sexual, que jamás debería haber salido del entorno inmediato en que fue hecho y compartido, acaba inundando internet con infinidad de consecuencias: un vídeo que sigue coleando incluso 13 años después, sextorsión (también llamada ‘porno vengativo’ o ‘revenge porn’) por parte de exparejas, escarnios como el que sufrió la concejala Olvido Hormigos y multitud de estafas. El último caso conocido es el del entrenador del Málaga CF, Víctor Sánchez del Amo, que fue despedido tras ser víctima de una extorsión sexual.
Una empleada de Iveco se suicidó tras viralizarse un vídeo sexual suyo
Entonces, ¿es de verdad algo tan anecdótico? No lo parece, como hemos visto en el capítulo 15 de El Enemigo Anónimo. Y aunque lo fuera, parece lo suficientemente grave como para hacer caso omiso de casos que acaban con acosos colectivos, vídeos que nunca desaparecen de internet e incluso suicidios. Y va siendo hora de dejar clara una cosa: el sexting no es malo, lo malo es usarlo para cometer delitos.
El sexting, en cifras
¿Cuánta gente practica sexting? No es fácil de saber, ya que en la inmensa mayoría de ocasiones se produce en el ámbito íntimo (y no suele salir de ahí), además de que el estigma social que tiene vinculado hace que poca gente cuente que lo practique. Pero hay varios estudios que nos dan cifras aproximadas.
En 2020, la app de citas AdoptaUnTío hizo una encuesta entre 800 usuarias para conocer sus inquietudes y prácticas sexuales online. El 60% aseguró que ha practicado sexting alguna vez.
Quizá este estudio no nos sirva para conocer una cifra real de personas que practican sexting, ya que se podría esperar que en el entorno de una app de citas haya más personas que recurran al sexting (no necesariamente porque estar en una app de citas incite a ello, sino por el alto grado de digitalización). En Italia, un estudio realizado en 2019 reveló que el 37,5% de las personas entre 18 y 40 años había mandado fotos o vídeos íntimos a su pareja.
En febrero de este año otro estudio, también en Italia, hizo una pregunta similar y los resultados no fueron significativamente distintos: el 23,12% dijo que alguna vez había mandado un desnudo suyo a su pareja.
El sexting está tan normalizado que durante esta pandemia, de hecho, ha crecido de manera sustancial, tal y como revela un informe realizado por Khoros. En México, por ejemplo, la Encuesta Amssac – Sexualidad y covid-19 preguntó en mayo a los usuarios sus hábitos de sexting durante la pandemia. Tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres, la opción fue ganadora dictaminó un aumento significativo de esta actividad.
Los delitos asociados al sexting: extorsión, porno vengativo…
El único problema del sexting no reside en sí mismo, sino en las personas que lo usan para cometer delitos o, en el ‘mejor’ de los casos, prácticas más que cuestionables. Estos son algunos de los más frecuentes:
1.- Sexting no solicitado
El sexting, por desgracia, no siempre es solicitado, sino que la decisión corre a cargo de una persona que envía un desnudo suyo a otra sin su consentimiento. En el estudio de AdoptaUnTío, el 80% de las mujeres españolas aseguró haber recibido alguna vez un desnudo no solicitado. Ese mismo porcentaje admitió que, si la conversación sube de tono, es el hombre quien manda la primera foto.
En otros países las cifras son similares. Otro estudio en Italia reveló que el 83,18% ha recibido este tipo de material.
En el ámbito infantil y adolescente también se dan estos casos. Así lo revela un estudio de Unicef, que preguntó a miles de jóvenes si habían recibido imágenes sexuales y su reacción ante ello.
2.- Extorsión/desnudos exigidos
El sexting puede ser una práctica libre establecida entre una pareja o un simple ligue, pero la palabra clave es esa: libre. El problema es cuando ese material es exigido por una de las partes y la otra se ve obligada a satisfacer la exigencia.
Esto no es tan raro ni anecdótico como pueda parecer. Según el estudio Teens, sexting and risks, el 18% de las chicas y el 16% de los chicos reconocieron haber enviado material sexual propio tras haber recibido presión de la otra persona. Hay otro factor peligroso: el 35% de los chicos consideran que en una relación se espera que haya sexting, mientras que el índice en las chicas baja hasta el 15%.
En estos casos, de nuevo, la presión varía en función del sexo. Según una encuesta recopilada por Guard Child, el 51% de las chicas dice que se ha sentido presionada por un chico para enviarle fotos o vídeos íntimos, mientras que solo el 18% de los chicos asegura haber recibido presión de una chica.
3.- Difusión y porno vengativo
Sin duda, el delito más grave de todos: el que se produce cuando una persona envía material sexual propio a una segunda y esta lo reenvía a terceras personas. Y puede ser incluso peor: subirlo a cualquier plataforma de internet, en cuyo caso se viralizará y será prácticamente imposible que ese contenido deje nunca de circular.
El miedo está en el aire: en España, el 92% de las mujeres teme que una foto o vídeo sexual suyo pueda ser utilizado en su contra. Y este miedo tiene su base: en nuestro país hay cerca de 6.000 personas afectadas por estas prácticas ilegales, pero solo el 30% lo denuncia, según la Policía Nacional. Además, el 12,7% de los jóvenes italianos conoce a alguien que ha sido víctima de porno vengativo.
4.- Redifusión desde terceras personas
Si ya es grave que una persona que ha recibido material sexual de otra decida difundirlo, no es mucho mejor el siguiente paso que suele darse: que un tercero, que ha recibido un material de una persona que ni conoce, decida seguir reenviando dicho material a otros grupos, haciendo así que el contenido, de nuevo, sea casi imposible de rastrear y de borrar. Esta persona, según la abogada Ruth Sala, puede ser considerada «cooperador necesario o incluso coautor de los hechos, dependiendo del vínculo que pudiera tener con el origen de esa cadena de difusión».
Todas estas prácticas, que pueden conllevar penas de prisión, acaban siendo englobadas dentro de los delitos contra la libertad sexual. Unos delitos que, según los datos de la Fiscalía General del Estado, están creciendo de manera alarmantemente grave desde 2017.
El error: culpar a la víctima y no señalar al delincuente
El 21 de noviembre de 2018, la Guardia Civil tuiteó lo siguiente: «¿Te piden fotos sin ropa a través de RRSS? El #Sexting puede degenerar en #Sextorsión. Piénsalo bien, te pones en riesgo de sufrir chantajes«.
¿Te piden fotos sin ropa a través de RRSS?
El #Sexting puede degenerar en #Sextorsión
Piénsalo bien, te pones en riesgo de sufrir chantajes.Y si se raya envía esta ⬇️ pic.twitter.com/S5mtECzTMA
— Guardia Civil 🇪🇸 (@guardiacivil) November 21, 2018
El tuit fue muy criticado por una cuestión que ya tocamos en el capítulo de ciberacoso: es innegable la buena intención de este tipo de publicaciones, pero pueden caer en la revictimización de la víctima en vez de poner el foco en lo esencial: la persona que comete el delito de difundir dicho material.
En este sentido, Selva Orejón lo tiene claro: «No me parece normal que una persona tenga una relación sexual donde quiera y con quien quiera y que encima se la esté revictimizando o se le haga sentir tonta por compartir esa información«. Y es que, en su opinión, «el problema no es el sexting, sino la falta de respeto entre las personas».
Para Patricia Martín, en definitiva, no hay debate posible sobre cuál es el verdadero foco del problema: «El sexting no es algo negativo. Es una práctica erótica que, si se hace de forma consciente y consensuada, no tiene por qué generar ningún tipo de perjuicio ni riesgo para las personas que lo practiquen. El riesgo está en que pierdas el control de tu información».